“Pancho” García: “Un Corazón a mil por hora”
El reconocido árbitro chiclayano, abre sus puertas de su
morada y nos relata, detalla y explica emocionado muchos de los momentos en su
vida, anécdotas que dejaron huella en las diversas etapas por las que atravesó,
dispuesto a abrir su corazón y traer al presente cosas que disfrutó con el alma,
y muchas otras que le dejaron lecciones de vida para siempre.
Eran cerca de las 9:00 de la noche
cuando me fui en su búsqueda, él retornaba del Estadio Elías Aguirre, lugar
perfecto para hacer deporte y liberar su mente haciendo una de las cosas que
tanto ama: entrenar.
No transcurrieron muchos minutos
cuando hacía su ingreso a casa, con el cabello semi húmedo, contextura delgada,
moreno, vestía con una chaqueta peruana y un buzo azul oscuro. Sus ojos
brillaron en el encuentro con su pequeña Ashley, de apenas 6 años. ¿quién
podría pensarlo? el hombre de talla alta, mirada seria y que a simple vista
transmite tener un carácter fuerte, derrochaba toda la dulzura de un padre
amoroso que nadie podría imaginar.
Presenciar este tipo de acciones me motivaron a escudriñar y conocer
sobre la vida de este hombre que tiene una fortaleza que cualquiera quisiera
tener. Apasionado por la vida y el deporte, José Francisco García Villar
nació en Chiclayo, Lambayeque un 10 de septiembre de 1981, en el mismo centro
de la ciudad, y creció junto a sus padres, abuela materna (fallecida) y cuatro hermanos
(aún vivos).
García fue el cuarto hermano, pasó
por diversas escuelas primarias, generando estas situaciones pequeñas molestias
en él: “hacía amigos en mi colegio fácilmente, pero me sorprendían que el
siguiente año tuviese que ir a otra escuela, me enojaba con mi madre, pero nada
de ello podía cambiar las decisiones”, recuerda él. Su madre Mariana Villar
natural de Piura es una mujer con mucho carácter y trabajaba en casa, queriendo
apoyar con los gastos de su familia. Su
padre Pedro García natural de Lambayeque es un hombre recto, siempre inculcando
valores con los que sus hijos pudiesen crecer.
Aunque a su corta edad no comprendía
los cambios bruscos que ocurrían en su entorno, jamás perdía esa picardía y
chispa que lo caracterizaba incluso hasta el día de hoy, jamás le resultó
difícil hacer amigos, posteriormente accedió a la educación secundaria, donde
sobresalió en sus notas y donde empieza un interés más eminente hacia el
deporte. Aunque su infancia estuvo marcada por carencias económicas, nada puede
borrar de su mente, los hermosos recuerdos que alberga en él de unos padres
amorosos, guerreros, sacrificados y una familia feliz, donde todos se apoyaban
y las diferencias solo generaban más unión entre ellos.
Su buen estado físico, el apoyo de su
familia, especialmente la de su abuela Felipa, quien marcó grandemente su vida,
y de algunos amigos más cercanos lo llevaron a terminar de enamorarse del
deporte que con su constancia lo hicieron merecedor de alcanzar la primera
categoría en el arbitraje profesional de la Federación Peruana de Fútbol en el
año 2005, logro que ha traído consigo experiencias que él define como
increíbles.
Lo inesperado pero fabuloso
Está claro que, para alcanzar algo
solo hay que tener la disposición y eso es algo que no le ha faltado a José,
quien desde los 14 años sentía un gran amor por el deporte, pero es exactamente
a los 16 muy próximo a culminar la etapa escolar que decide estudiar Educación
Física. Carrera que culminó en la Universidad Nacional pedro Ruiz Gallo. “A mi padre no le simpatizaba mucho la idea de
que estudiase algo en relación al deporte, a él no le quitaba el sueño el fútbol
ni nada similar, mis hermanos mayores eran ingenieros, y otro administrador.
Probablemente esperaba algo similar. Pero para mí era como mi pasión, pensaba
si realmente voy a hacer algo será algo que haga muy feliz, y que lo disfrute.
Y, yo, realmente disfrutaba estar metido en el deporte, especialmente el fútbol”,
narra José.
Desde ese momento inició su
preparación física y académica de una forma más constante, sin saber qué otras
cosas bellas la vida tenía para él, su familia siempre le dio ánimo y sobre
todo su abuela quien estuvo en todo su crecimiento fue una motivación grande,
debido a que lo impulsó en el deporte que tanto le gustaba, ayudando muchas
veces con gastos necesarios en su infancia, adolescencia y al iniciar su vida
universitaria.
Su abuela Felipa, era su compañía en
muchos momentos, compartió experiencias únicas a su lado, y agradece que jamás
ella lo desanimara a seguir sus sueños. “Era muy optimista, y sincera” siempre
nos decía junto a mis hermanos que las cosas se pondrían bien, y con el pasar
de los años así fue”.
Cuando ingresó a la universidad, fue
una gran satisfacción, estaba listo para experimentar muchas cosas en esta
nueva etapa de su vida. Durante su segundo semestre, recuerda él, llegaron a
promocionar el curso para el arbitraje, a algunos de sus amigos y a él le
pareció interesante. Iba algo en relación a la carrera que llevaban, pero
desconocían completamente todo el tema y cómo se desarrollaba. Sin embargo,
pese a esto se lanzaron a la aventura, que al principio creyeron sería un solo
mes, pero terminó siendo un curso de casi un año, que lo ingresó al mundo del
arbitraje.
“Cada vez que asistíamos al curso,
siendo sincero, me llamaba más la atención. No sabía hasta donde se podría
llegar con ello. Pero me sumergí en esta aventura y luego de 15 años aún sigo
aquí, habiendo escalado algunos peldaños y feliz por ver hasta donde he llegado”,
recuerda.
Nada fue fácil para él, le costó
mucho, eran bastantes horas de entrenamiento, a medida que ingresó a este
mundo, comprendió la importancia de muchas cosas y todo lo que implicaba.
Hay un conjunto de exámenes que
permiten culminar el curso para ser un árbitro profesional, muchos se quedan en
el intento y desisten, aquí no basta con saber todo en los exámenes escritos y
los videos, el físico juega el rol más importante. Porque es el árbitro quien
debe tener la mejor preparación en el campo de juego. Debido a esto, debe
existir una preparación diaria, un manejo emocional y carácter que facilite
este trabajo.
“Muchos piensan que es muy fácil, solo
vas al centro y tocas el silbato, pero se equivocan. El árbitro esta siempre en
el ojo de las personas, no es sencillo tener que entrar al campo deportivo y
tomar al mando dos equipos, técnicos y a toda la hinchada. Si uno no está
psicológica y emocionalmente preparado, es difícil hacerlo”
Una pérdida dolorosa
Cuando estaba a punto de ascender a
primera categoría como árbitro, mitad del año 2004 la salud de su abuela
complicó. Ella partió meses después, lo cual fue un episodio de José García muy
duro, ella era un pilar por el cual él se esforzaba de forma constante, pero
había dejado de existir. Y fue una partida que tuvo que aceptar con mucha
tristeza.
Con el pasar de los años, luego de su
crecer profesionalmente como árbitro, y haber culminado su carrera profesional,
García halló motivación en quien vendría a ser su esposa, se casó con Isabel
Hernández Serquén el 25 de febrero de 2008, un amor de juventud que finalizó
en formar una bella familia.
-¿Qué siente al ver todas las cosas que
ha logrado en su vida a sus 38 años?
-Muy feliz, no ha sido sencillo
llegar hasta este punto, me he sacrificado y de forma general agradecido con
Dios por las oportunidades y las puertas que sin imaginarlo se me abrieron. Me
apasiona lo que hago, lo disfruto mucho. Y deseo seguir aprendiendo, para darle
lo mejor a mi familia, por ellas es que me sigo esforzando, y no me rindo
fácilmente y si hay tropiezos solo pienso en continuar con paciencia,
diligencia”.
Sin desfallecer
“Él es una persona encantadora, me enamoró su positivismo, su sonrisa,
su buena actitud, puede parecer serio, pero no es así, tiene un corazón noble,
lo he visto luchar y persistir, y mantener siempre una buena actitud, yo pienso
que eso ha hecho posible todo lo que ha logrado hasta hoy. Tenemos una hija
hermosa y espero sea también una gran deportista”, asegura Isabel Hernández,
esposa de José.
Este hombre fuerte, constante y diligente no tiene quejas con la vida, aunque
no lo tuvo todo en su infancia, disfrutó de momentos llenos de alegría que
valen más para él, nada le ha afectado en su crecimiento personal, ha aprendido
a salir de los momentos duros y, al contrario, se ha vuelto más fuerte e
indiferente ante las miradas, los comentarios de mala fe y el desánimo que en
sus inicios estuvieron presentes.
Para él, sus 19 años dentro del arbitraje, es una bendición, aspira
internacionalizarse y seguir alcanzando sus sueños. Hay mucho más por hacer,
por recorrer y si Dios se lo permite seguirá creciendo como persona, y en lo
laboral. Le gusta la sinceridad, honestidad y ha persistido por todo lo que a
querido para sostener a su esposa e hija, todo lo alcanzado se lo agradece
primero a Dios por la vida y la buena salud, a su familia por ánimos en todo
momento, a su abuela que es para el como su ángel en todo lo que hace y por
supuesto a su esposa que es su soporte y donde y cobra fuerza para seguir
adelante y triunfar.
El tiempo pareció haberse
detenido por un instante, él ni yo sentimos los minutos pasar, disfrutamos la
bella charla, sus sentimientos brotaron a flor de piel, nada pudo haber sido
mejor en esta oscura noche, que oír hablar con pasión a un humilde y sencillo
hombre. Llegó el tiempo de la despedida, él quedó sentado, meditabundo, de
seguro revivía en mente sus recuerdos. Al alejarme una cálida sonrisa a lo
lejos me dejó apreciar, hemos cerrado con broche de oro... ¡No hay duda, es un
luchador, sin absolutamente nada que ocultar!
José García en entrevista - Fuente: Rubí Tineo |
Autora: Rubí Tineo Rodas
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